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A tres años del inicio de la pandemia: Lo que la sociedad chilena aprendió (y lo que olvidó) tras la emergencia sanitaria

Desde el "mea culpa" del Presidente Boric por las críticas al manejo de la crisis, hasta el sentido de lo "comunitario" para estar más protegidos, son varias las lecciones que ha dejado la llegada -y permanencia- del covid-19.

El 3 de marzo de 2020 se confirmó el primer caso de covid-19 en el país, lo que provocó un intenso despliegue público-privado para enfrentar una de las emergencias sanitarias más grandes en los últimos 100 años. Y aunque los primeros esfuerzos estuvieron centrados en evitar un contagio masivo, con el paso del tiempo la prioridad pasó a evitar muertes a través de la vacunación.
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De eso han pasado tres años, y efectivamente Chile se logró convertir en líder del proceso de inoculación a su población, y aunque la emergencia sanitaria no está saldada, la vida ha comenzado a retornar a la «normalidad».
Las vacunas permitieron que las duras restricciones que marcaron los dos primeros años se flexibilizaran: como el uso de mascarillas, el evitar las reuniones sociales, e incluso pedir permiso para salir a comprar al supermercado.
Pero de todos estos intensos años, han sido múltiples las lecciones que se han aprendido -desde lo macro a lo micro; desde lo público hasta la intimidad de cada ciudadano-, y varias otras cosas se han olvidado. Es una suerte de curva o campana de la crisis: hay una reacción positiva, de protección, pero una vez pasada la «emergencia», aparecen las reticencias e incluso las viejas costumbres.
En conversación con Emol, investigadores tanto desde el mundo de la sociología como desde la ciencia, analizan lo aprendido y lo «olvidado» de la emergencia provocada por el covid-19 en el país, y que, según resolvió recientemente la OMS, continúa siendo una emergencia sanitaria internacional.
«Esas lecciones nos tienen que llevar a enfrentar como país una nueva situación, que estamos seguros que va a existir, aún cuando la pandemia no ha terminado, puesto que vamos a seguir con una situación endémica en el tiempo, en la medida en que el virus se vaya reacondicionando a la nueva situación epidemiológica», comenta la ex subsecretaria de Salud Pública y subdirectora académica CADI de la Universidad de Magallanes, Lidia Amarales.
Lo aprendido en la clase política
«Si en algún momento fuimos injustos con las críticas, quiero reconocer que lo hicimos de buena fe y que entendemos las dificultades que es afrontar algo tan complejo».
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Esas fueron las palabras con que el Presidente Gabriel Boric hizo una suerte de «mea culpa» en su primera cuenta pública frente a las críticas que su sector hizo -cuando era oposición- al manejo de la pandemia. Se trató de un aprendizaje político que daba cuenta de que enfrentar la crisis sanitaria era una tarea ardua y compleja; como se dijo más temprano que tarde, que «otra cosa es con guitarra».
Pese a esta reflexión, Eolo Díaz-Tendero, investigador de la Universidad de O’Higgins, cree que «un sector que aprendió poco de la pandemia fue la clase política, y en ese sentido están muy desde lo tradicional. Es decir, colaboro pero juego con eso; se bajan de la mesa u ocurren otras cosas que dan cuenta que es difícil cambiar la lógica de colaboración, en un espacio muy competitivo; nunca pierden la oportunidad, de decir ‘yo gano'».
Por su parte, el biólogo computacional y director de Fundación Ciencia y Vida, Tomás Pérez-Acle, plantea que es importante que las autoridades hayan entendido que «no se pueden inventar soluciones que no hayan sido probadas; entender que nos tocó enfrentar una pandemia sin armas y que todo el mundo intentó tratar de hacerlo de la mejor manera posible. Lo principal era proteger la salud de las personas, si no tengo eso, no voy a tener una economía».
De lo individual a la «obligación» de lo colectivo
Díaz-Tendero, plantea que la percepción de riesgo que emergió a inicios de la pandemia «nos empujó a hacer cosas que no necesariamente haríamos en situaciones normales; conductas distintas a la forma de vivir que habíamos desarrollado en los últimos 50 años, de privilegiar el esfuerzo individual y la competencia sobre los otros, pero en seta percepción de riesgo, nos dimos cuenta que no podíamos solos, que para protegernos, necesitábamos pensar en el otro».

«Hubo una obligación de volver a lo comunitario, de la coordinación con el otro; y eso también nos lleva a la lógica de coordinación del sistema público y privado, que también fue un tremendo aprendizaje».
Eolo Díaz-Tendero, investigador UOH

«En el fondo, hubo una obligación de volver a lo comunitario, de la coordinación con el otro; y eso también nos lleva a la lógica de coordinación del sistema público y privado, que también fue un tremendo aprendizaje», complementa.

En ese contexto es donde se puede hacer una lectura de la mascarilla como un elemento que no sólo se convirtió en clave para la protección individual y colectiva, sino que como un símbolo de esa coordinación que estaba en marcha. «Y ahí también afloraba esa suerte de sanción implícita, pues había un requerimiento de cumplir con esa coordinación», comenta Díaz-Tendero.
En la misma línea, la doctora Amarales define la etapa como «un tratado de la salud pública», donde hubo un aprendizaje «de todas las áreas, desde la promoción, prevención, manejo clínico y rehabilitación, que es lo que estamos viendo ahora con los pacientes con covid-19 prolongado».
Algo que no ocurrió en el inicio de la pandemia, recuerda, fue sumar inmediatamente a la Atención Primaria de Salud (APS), y esto era relevante, «puesto que las personas tenían que sentirse involucradas desde un principio en lo que estaba ocurriendo, es allí donde ellos se atienden, y donde la salud está muy cercana a la gente. Fueron incorporados muy tardíamente», comenta Amarales.
La «fragilidad» de la percepción de riesgo
Otro de los grandes debates que ha acompañado estos últimos tres años es la forma en que se comunicó el riesgo por parte de las autoridades. Pérez-Acle, dice esperar que «se haya aprendido a comunicar el riesgo, sobre todo porque esta no va a ser la última pandemia; ya estamos viendo que la gripe aviar está pasando a mamíferos, y ese es un virus totalmente distinto».
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A su juicio, hubo cosas que sirvieron y se informaron, como «qué tan probable es que la gente se infectara, qué medidas tomar para evitar el contagio, el uso correcto de la mascarilla, el mantener el distanciamiento», pero también, recalca, hubo cosas que no sirvieron, como «limpiapiés con amonio cuaternario, rociar el Metro de Santiago, las duchas de amonio que instalaron los municipios que dañaban la piel; llegó al ridículo de que rociábamos el pan o las hojas de las fotocopias».
Díaz-Tendero complementa que hoy, desde la vereda de una vida sin la obligación de usar mascarillas o con el retorno a la presencialidad, «se nos olvida el riesgo, y de paso, se nos olvida aquello de lo colectivo, y por lo tanto también comienzan a reaparecer las incivilidades e incluso el orden público».
Sin embargo, hay cosas que a juicio de la doctora Amarales sí se conservan como un aprendizaje. «Las personas ya saben cuáles son los factores de contagio, algunos tienen la precaución de utilizar mascarillas cuando están con un cuadro viral para no contaminar, y la población adulta mayor y con enfermedades crónicas siguen manteniendo las medidas de prevención, uno eso lo puede ver en centros comerciales o el transporte público», acota.
También destaca que en los centros de salud, las personas han sido respetuosas con la medida de «conservar el uso de la mascarilla», eso da cuenta que hay respeto «de las indicaciones que emanan desde el Ministerio de Salud».
Con todo, la académica de la UMAG recalca que ya se aprendió que para mantener la percepción de riesgo en la población se deben hacer campañas sanitarias de manera permanente, según la etapa epidemiológica en la que esté el país y «ojalá con la participación de la comunidad científica, como también de la sociedad civil y autoridades locales».
El uso de las tecnologías
La tecnología es otra de las herramientas que, si bien acompañan hace décadas a la humanidad, durante la pandemia se llevaron a nuevas expresiones en su uso; como el teletrabajo. «Ese fue otro gran aprendiza, de que finalmente yo me puedo coordinar, que las tecnologías me ayudan a hacerlo de manera más eficiente», dice el investigador de la U. de O’Higgins.
Sin embargo, a juicio de Díaz-Tendero, este aspecto pareciera estar al menos «nublado» con el retorno a la presencialidad, porque «no se están acaparando todos los aprendizajes o la atención de lo que se pudo haber aprovechado ahí. Sobre todo en el sector público hay una cierta reticencia a adoptar este descubrimiento», comenta.
«Creo que lo híbrido no logró instalarse, salvo algunos sectores específicos, más vinculados a las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC’s), pero en las dinámicas del trabajo de todos los días, en distintas formas de producción, eso se está olvidando», agrega.
En el fondo, se cumple la premisa de que una vez pasada la emergencia «me siento más cómodo con lo que siempre he hecho; y cuesta más instalar esos aprendizajes».
Factores de riesgo y determinantes sociales
Pérez-Acle destaca que uno de los mayores aprendizajes fue «que pudimos comprobar la existencia de supercontagiantes, porque siempre fue una cuestión teórica; nosotros pensábamos que cuando nos referíamos a la forma en que se dispersa la pandemia, era de la transmisión de una persona a unos pocos; pero por primera vez vimos los superinfectores como tal».
«En el fondo, entendimos que pueden producirse episodios de superinfección que son los elementos que mantienen la pandemia, pese a que uno tenga medidas no farmacéuticas para tratar de controlarla», subrayó. Y agrega: «si uno no es capaz de detectar a los superinfectores dentro de tercer día de haberse contagiado, la pandemia es imposible de atacar».
Amarales complementa que quedó en evidencia que factores de riesgo -como enfermedades de base y edad- efectivamente «juegan un rol importantísimo en la mortalidad de esta enfermedad», pero también «los determinantes sociales, puesto que la población más pobre tiene mayor probabilidad de enfermarse y es clave hacer políticas públicas que den respuesta a aquella realidad».
FUENTE: EMOL.COM

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